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Casa Matienzo, Buenos Aires
Mayo de 2019
Texto: Leila Tschopp


El ramo imposible

“Gracias a las plantas, Ia tierra se convierte
definitivamente en el espacio metafísico del soplo.”

La vida de las plantas, Emanuele Coccia

Podemos trazar una relación entre la imposibilidad del ramo al que alude el título de esta muestra y la idealidad de la pintura, su condición de ventana que proyecta y deja ver el panorama del mundo terrenal transformado. Operamos con imágenes mentales, concepciones ideales y este espacio imaginado de la pintura, que permite reunir en el mismo plano especies naturales que florecen en tiempos y latitudes diferentes, parece corresponderle perfectamente a esa voluntad de abstracción. 

Y sin embargo, además de pensamiento y conciencia, somos un cuerpo envuelto en otro cuerpo, en la capa sutil de la atmósfera, penetrados por las cosas y penetrando, mezclados con el entorno sin perder identidad. La pintura, una cosa entre otras cosas, es también el fragmento de un espejo roto, imagen frágil de un proceso en formación. 

Mariano Benavente pinta casi exclusivamente flores desde hace cinco años, como consecuencia de una serie anterior que exploraba paisajes exuberantes y fantásticos. Se concentra en la observación de modelos que fotografía en su vida cotidiana y también de otras pinturas del género, iniciando un proceso pictórico de mutaciones, borramientos y versiones superpuestas en el que la figuración se va desatando de sus necesidades narrativas. A través de sucesivas y casi infinitas capas, la imagen se revela y desaparece, se incendia y se rompe, se rearma y surge nuevamente, transformada. 

Los ramos son el resultado de una práctica privada, introspectiva e incansable, sujeta al ámbito doméstico luego de la jornada laboral. Logran enlazar en un mismo impulso, la pintura holandesa del siglo XVII con el ambiente de La Boca en las flores de Diomede y las sombras de la tarde en un pequeño taller de Almagro. Son la ilusión de la pintura pero también la materia; la vitalidad y la decadencia; el movimiento de la imagen presente, siempre en fuga, y la demora de la evocación.

Leila Tschopp, mayo 2019